Desnudez
Cuando los tronquitos van por el
río, a veces van juntos, a veces separados…
Animarse a sentir amor, no tener
vergüenza de decirlo. ¿Cuántas personas pueden acusar pureza estricta en este
campo? No me sorprende, son los daños letales y colaterales del conocimiento
erróneo (y los llevamos todos). Resultantes del impuesto y persuadido a ser
vivido, inyectado silencioso. Desapercibida incitación, distraída observación.
Erróneo como una cadena atada a lo
tímido, al corazón contraído de vergüenza. Al complejo de no ser querido, o
peor, la vergüenza de que te vean mirar, de que vean tu corazón quizás, que te
vean el rojo desnudo.
Tergiversación de la desnudez y
acarreo de su vergüenza. Inculcada insanidad.
Si el amor es desnudez, la
vergüenza es desamor con uno mismo; restricción que debe su vida al
conocimiento erróneo como la vergüenza. ¿Sería pecado entonces? Si, lo sería.
Contra toda mala herencia cristiana, el término solo significa errar al blanco
y no es sinónimo de tal inexistente infierno.
Camino a la elevada ecuanimidad,
entonces, necesitaríamos resignificar la cuestión del decir, el hacer y sentir
amor, básicamente de vivirlo. Transformar la idea romántica que la vida
impregnó y que por alteración de vericuetos óseo mentales produce resquemores
inconscientes, miedos autoinfundados, legado que viene de herencia y sin
cuestionamiento primario o primordial.
Movimiento y desarmar, como
bailando.
Toda la estructura se derriba
paulatina, en sana rebelión, escupiendo los ladrillos huecos al suelo. Poco a
poco se depura, transitando, dejando reventar sus granos. Clama entonces
propiciar la selección natural del crecimiento zanahoria, el que crece para
adentro y hacia el centro; el que hace que al de afuera, al conocimiento
celofán, no le quede otra que explotar.
Ser volcán y ceniza, lluvia y
evaporación.
Ser la esencia que trasciende la
forma.
Y ser sin convenciones ni
complejos, sin medios ni miedos, sin ladrillos ni separatividad, sin siquiera
subjetividad.
Trascender la constricción de la
construcción. Y así lograr que ames a todo y a todos, literalmente. A los
animales, las plantas, a las piedras y el río. A quien no soportás, a quien la
piel te irrita, a quien prejuzgás porque sí, porque estás acostumbrado, porque
te resulta más fácil. A vos mismo cuando te menosprecies por ser un idiota.
Amar a todo porque te reconocés en
ese todo y lo reconocés parte de vos. Amarlo sin restricción y honralo sin
vergüenza.
Observá tus pensamientos, cuestioná
tus acciones; no te quedes en la desarmonía mucho tiempo. No te guardes enojos,
ni propios ni ajenos. Preguntate por qué hacés lo que hacés y por qué comés lo
que comés en todas las acepciones de la palabra. Por qué pensás como lo hacés.
Y por qué te definís estúpidamente con tanta tierra que te opaca el brillo.
Si sos el Todo y sos la dicha. Sos
la armonía y eternidad. Sos la verdad y la belleza, el elixir de la existencia.
Sos el conocimiento absoluto, el principio sin fin. La sustancia y
trascendencia, la esencia de la ciencia.
Sos la imposible definición y el
inútil intento.
Silenciate y nacé de nuevo, nacé
otra vez en esta vida. Renacé la última, de una vida por todas al fin.
10 de febrero de 2018
Juliana Biurrun
Hola! Puedo acusar mi pureza en ese campo... quizas no sea estricta pero es pura. Es más, creo que la pureza carece de evaluación y calificación porque es eso: pureza.
ResponderEliminarMe gusta la zanahoria rallada y con limón. El amor no lo digo; lo siento y lo vivo.
Qué tiene de malo el romanticismo? Seamos más barrocos ó más vintageos ó más vanguardistas ó más todo y menos nada. Ó mejor aún más nada y menos todo!
"Cuándo podrás amar sin tantos complejos?" le pregunta Germán a su hermana.
Observo mis pensamientos y cuestiono mis acciones... lo de la armonía es un trabajo duro.
A veces soy volcán y otras soy lluvia , elijo silenciarme.
Linda reflexión Juli.
Saludos!