Diarios de viaje, India 2017
Capítulo 1: La fuerza del choque cultural
Cada paso en India es un quiebre, una enseñanza. Nada de lo
que allá se vive cuaja con en el empaquetado cultural de occidente. Simplemente
todo es al revés. Su globalidad tiene una lógica única y especial, pura y
tradicional, exótica y también excéntrica. Tierra en la que el ojo ajeno no
importa (como no debería importar en ningún lugar), porque en su extrema
diferencia, reluce la igualdad suprema contenida en el néctar de la
espiritualidad y contradicción con la que allí se manifiesta lo relativo.

Y aquí la falsa epifanía personal -porque en silencio todos
escuchamos nuestras miserias-. India te enseña la prisión del pensamiento, te
muestra la ignorancia personal. Enseña discernimiento, conciencia de unicidad.
Ella manifiesta y refuerza el saber de la inexistencia de las formas, el poder
del amor y la solidaridad, la aceptación y ecuanimidad. La fuerza increíble del
ser humano y el poder de la devoción. He visto manifestaciones de devoción
jamás vistas en la vida.
En India abunda el caos y no es corriente la previsibilidad
o el control sobre las medidas de tiempo en el orden social. Todo puede fallar,
todo se puede demorar y lo insólito puede ocurrir. A este desorden impregnado
por una cierta anarquía o pseudo “ley de la selva” en la que gana el más
fuerte, subyace la armonía impregnada por la tradición milenaria de bondad y
conexión con el Todo que rige sus valores.

A pesar de que la miseria y padecimiento es extremo, no se
percibe ira o enojo por la realidad que toca. Como si “permanecer y
transcurrir” dotara de cierta inacción al rol en el mundo para la perspectiva
occidental, la Ley del Karma pareciera
tener absoluta presencia en la conciencia colectiva, alimentada por la extrema
adversidad ante la que parecería inútil cualquier lucha.
Pero como el amor vence al odio, en este punto se refuerza
la esencia espiritual que humedece todos los sectores, estimula a los que menos
tienen y al que más. Al que menos, porque su devoción es fuerza y confianza; y
al que más, porque el deseo inacabable no satisface la existencia.
India es entera un templo. Cuando recorrés sus rutas te
sorprenden por el cielo esculturas gigantes de las deidades. Cuando caminás sus
calles descubrís altares incrustados en la pared, árboles centenarios hechos
uno con los muros, sí, hechos uno con los muros, sus raíces incrustadas y
crecidas entre piedras. Metro a metro un homenaje, siempre hay energía para
adorar. Todos los comerciantes tienen pujas (ofrenda), sin importar el rubro al
que se dediquen ni el tamaño de su empresa. Aunque sea abajo del mostrador, la
vela y el incienso permanecen encendidos, el Guru personal acompaña y protege
la misión.
El ritualismo comercial empieza cuando se prende el primer
sahumerio de la jornada y termina con círculos de fueguito protector hechos
frente al local al final del día. Esto es literal y de paseo entre horarios de
cierre, es habitual cruzar a comerciantes en medio de esta acción. “Si creer es
crear, que todos los devas (dioses) protejan el porvenir y traigan la
abundancia”.
En su contradictoria profundidad, el amor y la generosidad
traspasan todo, hasta desarmarlo en causa eficiente y conciencia de unicidad.
En este viaje encontré expresiones de amor y confianza que no abundan en mi
tierra. También padecimiento que día a día desde nuestros lugares como mujeres
trabajamos por cambiar, específicamente el machismo y la violencia en sus
múltiples formas.
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Ph. Agustina Sarmiento |
Es durísimo ser mujer en India. Por consecuencia de las
invasiones islámicas, la historia, o lo que fuere, la sociedad –población
masculina-, es extremadamente machista y paradójica. Con fervor adora a la
devi, la diosa, y viola a las mujeres, las somete, las quema, las reduce a
periferia, las condena y abandona. Ser
madre soltera allí es como el fin de la existencia para el mundo de las
posibilidades, es desaparecer como mujer ante el posible cariño de un hombre.
Triste y drásticamente, la potencialidad se desvanece en la constricción.
Y ni pensar asumirse homosexual, bisexual o cualquiera sea
la forma que más te armonice. A pesar de que la Corte Suprema reconoció en 2014
al tercer sexo, que comprende a personas denominadas hijra (transexuales,
intersexuales y mujeres transgénero); allá el definirse gay es “una gran
desgracia” en el imaginario popular. Y aquí de nuevo la contradicción. Las
hijras son veneradas como dioses y a la vez tremendamente marginadas, todo
depende del temple social con el que se crucen. Es común verlas, especialmente
en la zona urbana, caminar entre los autos dando bendiciones a cambio de dinero
o comida. La prostitución no está exenta, claro que no, y la marginalidad las
lleva a ella también. Cuentan que cuando un hombre se les acerca, no saben si
es por bendición o por sexo. A veces es por ambas cosas.
Sin embargo, los hombres y mujeres son muy afectuosos entre
congéneres. Ellos se abrazan, caminan de la mano, se acarician los hombros.
Entre ellas, la hermandad y protección es muy fuerte, se siente real. Tal vez el
hilo que una a esta dualidad sea la empatía de género que la atraviesa.
Cabe mencionar que en este abanico, aquello solo se
manifiesta en vínculos de amistad porque las parejas no muestran su cariño en
público. No es corriente ver a la gente besándose o abrazándose, muy por el
contrario, lo común es ver cierta timidez cuando alguna de las partes rodea con
los brazos a su par o roza con la boca su mejilla...
Este texto continuará, porque India es como la alegría
brasilera, no tiene fin.
Hasta el próximo anecdotario.
Juliana Biurrun
Hermoso, los que nos quedamos, nos fuimos alla en la ventana de tu texto, esperamos las proximas entregas....Gracias Mil...o mejor Gracias Totaaales!!. Claudio
ResponderEliminarClaudio querido, muchas gracias!! Fuimos nosotros, pero fuimos todos (y volveremos!)
Eliminar¿Porqué poner en el Islam las miserias de las sociedades de la India?
ResponderEliminarGenia!
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