Yoga y Teatro, de instantes está hecha la vida.
El yoga es
una filosofía de transformación, un camino de ida que sitúa al sujeto en una
plataforma de observación sobre sí mismo, su entorno y realidad, cambiando su
perspectiva del hacer diario. La persona progresivamente comienza a escindirse
de su ego percibiendo el alrededor como una danza en la que asume personajes redundantemente
encarnizados en la personalidad.
El teatro es
transformador y en él, las limitaciones se separan del sujeto y las barreras
caen paulatinamente como un velo que se corta. El actor se enfrenta a si mismo
y resurge en una idiosincrasia inundada por el juego y el sentimiento de que la
vida es un escenario en el que florece la capacidad de crear.

En los ritos
ancestrales nace el teatro y en esos mismos ritos se exterioriza la búsqueda
interna de conexión con lo que trasciende. Entre los polos de energía que mueve
a los sujetos surge el andar y la unión de esos extremos dan vida al actor, al
personaje que es el Ser viviendo la experiencia terrenal.
Este proceso
en el yoga es la unión del alma individual con la universal, del instante que se funde con lo eterno. Esto se vincula en apariencia contradictoria
pero sumamente profunda, con la partitura de instantes que hacen al teatro y se
vale de silencios para su impulso.
La contención
de esta energía conduce a otra calidad de la misma y la manifiesta de diferentes maneras, al igual que el yoga y sus procesos que se expresan en nuevas facetas para interpretar la vida, en respuesta a la conciencia de lo vibrante en el cuerpo y lo sutil de
su emanación.

Ésta práctica
lleva al sujeto a un estado de observación constante que inevitablemente
produce cambios internos que se reflejan en la vida y por lo tanto, en la forma
de actuar. En esta conjunción el caudal energético corporal se hace más
presente, atento al instante yóguico y del hecho teatral, en combinación con el grupo, el público y la conexión del actor consigo mismo.
Yoga y teatro
son presencia, observación y transformación. En consecuencia resultaría
un despropósito disociarlos, porque de su entrelazamiento emerge la fortaleza de saber que esta existencia es un escenario en el que el ego se desplaza, identificado con formas y temporalidades que ocultan la indefinible infinitud. En
esta danza no hay actores ni personajes, solo compañeros de vida.
Juliana Biurrun
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ResponderEliminarLa búsqueda de todo camino empieza por uno mismo. Creo que ese encuentro con el otro nos trasciende para hacernos distintos. Comparto tu reflexión Juli, es inevitable no visualizarte al leerte.
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