Yoga para la realización del Ser
Entrevista al yogacharya de Sadhana Centro de Yoga, Carlos Chiarotto
Hace un tiempo una profesora me
dijo que el yoga era un camino de ida. A la tercera clase me di cuenta de que
era verdad.
Sucede que la vida cambia
cualitativamente cuando se empieza con las prácticas de yoga. Lo hace en una
progresión que va desde lo superficial y netamente físico a lo espiritual. Y
cuando lo descubrís, cuando te pica, se te impregna para siempre.
“La manifestación de los
samskaras”, se le llama en la jerga a esta sensación. Se refiere a los gustos,
las inclinaciones, preferencias y talentos. Es el conocimiento que vive dentro
de cada uno. Todo lo sutil que viene con nosotros y nos hace ser quienes somos.
Algo parecido sintió a Carlos
Chiarotto una tarde de 1988 mientras se dirigía a aceptar un trabajo como
contador. Hacía poco se había recibido en la Universidad Nacional del Comahue y
se había casado con Laura Marcela Sosa, también hacedora del yoga y egresada de
la UNC como Profesora de Historia. Por aquel entonces, juntos estrenaban la
paternidad de Laurita y hacía poco se habían casado.
Ellos empezaron con las prácticas
mientras estaban en la facultad y cuando se recibieron las empezaron a dictar
de manera independiente. En medio de ese camino Carlos recibió una propuesta
laboral estable y acorde con lo que requeriría la nueva vida familiar: un buen
sueldo, obra social y esas cosas que de golpe son tan necesarias cuando se
tiene un hijo. Esto con el agregado de que eran épocas de crisis inflacionaria
profunda en el país con un crecimiento de precios a razón del 200 por ciento
mensual.
“Estaba en la disyuntiva de tomar
el trabajo o continuar con el yoga. Decidí tomar el trabajo y bajé caminando
por la Avenida Argentina”, recordó. En ese trayecto entró a la Catedral y se
sentó en silencio. Dice que pocas veces escuchó algo en su vida, pero que eso
todavía lo oye. Fue la voz de la conciencia. “¿Qué es lo que siempre estuviste
buscando? ¿La esclavitud o la libertad?”, le dijo. Y fue suficiente.
Entonces el futuro cambió para
siempre. Volvió a su casa, le dijo a Laura que no iba a aceptar el trabajo y
ella apostó con él.
“Decidimos ponerle toda la
energía y fuerza. Empezamos juntos a dar clases en el centro de Yoga Sadhana y fue tanta la gente que vino a
Alderete 97- antes totalmente diferente- que en junio alquilamos un lugar en la
calle Buenos Aires. Ni bien nos trasladamos allí pasamos de tener 50 alumnos a
más de 100, 120, un montón en esa época”, contó Carlos. “Todo el mundo estaba
en contra de la decisión, nadie nos apoyaba. Pero ni bien empezamos, fue como
una marea que nunca se detuvo. Siempre fue movimiento y crecimiento”, recordó.
Esto fue hace 30 años y
actualmente tienen en su haber 20 mil clases de Yoga Tradicional impartidas en
el Centro. Desde hace cuatro años se dictan allí cursos de formación, se
hacen retiros y con frecuencia se realizan eventos con la visita de swamis.
También hay conferencias gratuitas y Sat Sangs abiertos al público.
Cerca de los 90’ , al tiempo de iniciar las
tareas en el Centro, Carlos y Laura tuvieron acercamiento con gente de Swami
Sivananda que promocionaba en Neuquén un curso de formación de profesores de
yoga en Canadá con su discípulo directo Swami Vishnudevananda. Ese contacto fue
el 20 de junio de 1989 y la capacitación empezaba el 2 de julio de ese año.
Faltaban exactamente doce días
para el primer encuentro, Carlos tenía cien dólares en la billetera y
muchísimas ganas de ir. El destino hizo lo suyo y el promotor de Sivananda le
dijo, “tú te vienes conmigo a Canadá”. Entonces todo se dio de manera tan
increíble, cuenta él, que en diez días estaba en el norte de América tomando su
primer curso de formación con Swami Vishnudevananda.
“En aquel momento él estaba muy
bien físicamente y vivía en un ashram cerca de Montreal, próximo a la montaña y
donde había gente de todos lados”, recordó.
La capacitación de la que participaban
150 practicantes de todo el mundo estaba dividida en cuatro grupos de acuerdo a
los idiomas, con un responsable que traducía la palabra del maestro o daba
charlas especiales para cada conjunto.
El día a día en el ashram era muy
estricto y la rutina empezaba a las seis de la mañana con una meditación. A las
ocho se hacía una práctica muy exigente de yoga hasta las diez, hora en que se
tomaba un desayuno/almuerzo lactovegetariano. A las once se desarrollaba una
hora de trabajo comunitario y a las doce había una charla sobre filosofía. A
las 13 se podía descansar para recibir una charla principal a las 14. A las 16 comenzaban las
enseñanzas sobre cómo los aprendices tenían que dar una clase de yoga. A las 18
se servía la cena, a las 20 había una nueva meditación y a las 22 llegaba la
hora dormir. Así fueron todos los días durante cuatro semanas.
“Fue muy lindo vivir todo esto
con gente de todo el mundo. En esos espacios se crea un ambiente de comunidad
muy favorable y se genera una experiencia maravillosa”, comentó Chiarotto.
Aquellos aprendices espirituales
ahora son yoga acharayas que transmiten el yoga tradicional de manera exacta a
como fue durante sus inicios. El nombre asignado por el gurú a Carlos fue
“Narada Brahma”, apadrinamiento que significa gran “devoto del Señor de
Narayana”, el aspecto preservador de lo Creado.
“Nosotros podemos asegurar que el
yoga que practicamos hoy es el mismo que enseñó a mediados del siglo XX Swami
Sivananda en Rishikesh, India, en el ashram Vida Divina a orillas del río
Ganges. Que a la vez responde a la enseñanza de los yoguis desde el comienzo
mismo de los tiempos”, explicó Carlos. Y agregó que se trata de una sucesión
ininterrumpida en la cual el discípulo cuando se convierta en maestro,
transmitirá la enseñanza exactamente igual como la aprendió del suyo.
¿Qué beneficios tiene para la
salud? Lo propuesto por Sivananda consta a grandes rasgos, de una estructura de
doce asanas básicas enmarcadas en el Hata yoga, sumadas a pranayamas que son
ejercicios de respiración. Esta disciplina es conocida como una síntesis que
integra en su práctica al Karma, Bhakti, Raja y Gnana yoga.
Es una de las tradiciones más
místicas y completas porque en el corazón de sus prácticas y preceptos, está la
sabiduría del Vedanta, el Ayurveda, la filosofía yóguica y los textos antiguos
de la India, entre otros cuerpos de conocimiento psicológico, medicinal y
espiritual.
En este marco es importante destacar que Swami Sivananda fue un médico renunciante que se caracterizó por la búsqueda
constante de la salud, al comprender que ella no tenía que ver sólo con el
cuerpo sino que era el reflejo de un estado del alma. Por eso, lo propuesto por él además de apuntar a la realización espiritual en su aspecto de síntesis, garantiza
la vitalidad y longevidad del individuo al producir el estiramiento de todos
los músculos del cuerpo y el movimiento de los órganos internos.
El yoga en la sociedad
Hace veinte años predominaba la
presencia femenina en la senda del yoga y en diversas ramas de disciplinas
alternativas, si se quiere místicas también. Esto sucede porque, de alguna
manera, la mujer es más intuitiva y propensa a la práctica espiritual que el
hombre.
Dicha observación se reflejó en
la historia del Centro y durante sus inicios, asistían a las clases el 80 por
ciento de mujeres y el 20 por ciento de hombres con un promedio de edad entre
35 y 40 años. Con el correr de los años, las cifras variaron y aumentó el
caudal de practicantes entre los 20 y 30 con su consecuente incremento de
participación masculina.
“Antes se veía gente más grande y
también más mujeres practicando” aseguró Carlos. Según él, esto se da por una
serie de factores entre los que se destacan actualmente, una mayor apertura a
la práctica holística y a que en el Centro se plantea un modo de hacer yoga que
no está exclusivamente relacionado solo con la salud del cuerpo, sino con la
salud espiritual.
“No enseñamos yoga terapia para la curación, sino para la
realización del ser, del alma”, enfatizó. “Tratamos de que la gente que viene a
practicar, no solo se vaya un poco más o menos estirada, sino un poco más
consciente de quien es con respecto a cómo llegó a la clase”, agregó.
Y como en esta senda todo es un
proceso de maduración, las enseñanzas en el centro también lo hicieron. Por eso
desde hace cuatro años se dictan allí cursos de formación de Instructores de
Yoga y este año comenzó a dictarse el curso de formación de Profesores de Yoga
con estudio de la filosofía Vedanta (filosofía que llega al fin del
conocimiento, entendida como el conocimiento espiritual más elevado).
Los mismos son dictados por
Chiarotto y plasman el resultado de muchos años de preparación. Él cuenta que fue necesaria una introducción prolongada para que al final se acercaran quienes anhelaban conectarse con este conocimiento, aquellos que estaban
en condiciones de comprender y aprender la profundidad del Vedanta.
“Lo que yo vuelco en esto es
filosofía de la India que no vi que se transmita en otro lugar de por aquí. Lo
que enseño en el profesorado es producto de la maduración de muchos años de haberlo
meditado y estudiado”, aseguró.
Yoga en embarazadas
La práctica del yoga durante el
embarazo resulta sumamente beneficiosa para la madre y el bebé. Se debe a que
en primera instancia hay una mayor conciencia del cuerpo y a través de la
respiración, la madre puede tener un mayor control de la mente durante el
trabajo de parto. Es decir, que por medio de la relajación puede colaborar
naturalmente en lo que está sucediendo.
La experiencia dice que la
práctica del yoga durante el embarazo se refleja también en el temperamento del
recién nacido. Si el proceso fue acompañado de una alimentación sana y se
practicó meditación, es fácilmente observable esta influencia en como los niños
presentan una condición más tranquila y relajada.
Las prácticas durante el embarazo
varían en función de si la madre realizaba desde antes o no y dependen también
del grado de avance de la gestación. No es lo mismo durante los primeros tres
meses, del tercero al sexto y de ahí al noveno. En este sentido varían las
formas de las posturas e incluso los ejercicios de respiración.
“El bebé capta todo mientras está
en el vientre, entonces si vos le das una atmósfera pacífica generada por los
buenos pensamientos y la meditación, todo eso le influye en él y realmente le
beneficia su vida futura”, aseguró Carlos. Y Completó: “Nosotros tenemos en
principio la experiencia madre de cómo sucedió el embarazo con nuestros hijos.
También tenemos el testimonio de madres que tomaron clases de yoga durante la
gestación y después nos contaron que ocurrió todo esto”.
Dicen que dicen

El lugar donde hoy está su cuerpo
se construyó un templo dentro de la estructura del ashram. Cuenta Carlos que es
un lugar con una energía muy especial y destaca de que a pesar de que en India
se creman los cuerpos, no se hace lo mismo con los de los swamis y maestros
porque sus tumbas son lugares sagrados y de peregrinación para los discípulos.
Esta tradición de cremación radica en que la permanencia del cuerpo físico
lentifica el desprendimiento del alma para continuar su camino de desarrollo.
Perspectivas
India es un país antagónico a lo conocido en Latinoamérica y al llegar allí, el viajero choca contra su propia construcción y hace consciente la cantidad de apegos que lleva consigo.
India es un país antagónico a lo conocido en Latinoamérica y al llegar allí, el viajero choca contra su propia construcción y hace consciente la cantidad de apegos que lleva consigo.
Dicen que dicen que en aquellas tierras la gente
no sufre por no tener una heladera o un televisor, porque nunca lo tuvieron; y
que ellos encuentran la felicidad en aspectos no vinculados con la posesión
sino con otro tipo de realización. “Es un choque muy grande porque la
civilización occidental toma como el fin de la vida el disfrutar tanto como se
pueda de las cosas, las personas y los lugares. Allí la concepción es muy
diferente y la perspectiva cambia radicalmente”, explicó Carlos. Para
ejemplificar esta distancia comentó que en Occidente se dice "fui a la India” y que en Oriente dicen
“la India vino a ti”.
El yoga es un camino de
ida en el que se atraviesan postas que llevan a la transformación del sujeto.
Poco a poco las estructuras se hacen más livianas, la digestión mejora y el
flujo de energía se vuelve más intenso. El cuerpo y el espíritu se redescubren
en un estado de serenidad que se hace cotidiano. Poco a poco la mente deja de
concentrarse en el futuro o de anclarse en el pasado. Se echan raíces en el
presente, en el aquí y ahora inamovible de la eternidad. Entonces, la esencia de su práctica renace
en quienes la adoptan como parte de la vida y no como un ejercicio, sino como
una filosofía de conducta espiritual.
Juliana Biurrun
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