Una historia de luces y tentaciones...
Era
más rico que el postre nuevo de Bonobón. Incluso cuando mordió la empanada y el
jugo de la cebolla se desparramó entre sus dedos, todavía
parecía sabroso. En un rapto de inconsciencia instintiva, pensó en arrebatarlo para llevarlo hasta la
zona roja de Holanda y ser la única clienta durante los treinta días del mes.
Una
no está preparada para tanta metralleta de masculinidad junta. Algunas apenas esperan
que el sujeto de su cita se lave los dientes y tenga el comedor completo. O,
con pretensiones más amplias y exquisitas, sepa hablar y no tenga errores de
ortografía. Eso es absolutamente excluyente y fundamental.
Juan
Cruz Pertticone era codiciado y cumplía con todos los requisitos “estereotipables”
para la sociedad. Era el último soltero por el que las desquiciadas con vuelo
estaban dispuestas a arrancarse los ojos. Pero él era selectivo, no cualquiera
le venía bien (cuando no se trataba solo de sexo).
Buscaba
una fémina similar a lo que era: Una chica con ideas, perspicaz, divertida,
espontánea y con cero prejuicios para drogarse una noche entre amigos y
alcohol. “Una dama en la calle, una señora en la casa…”, una puta en la cama y
una más entre sus guachos. Él pensaba que esa especie se había extinguido y
ellas creían que él era fácil de complacer. Eran ingenuas y rozaban la
estupidez. De primera no habían entendido y de segunda ya no cuajaban en su
perfil.
Él
estaba con muchas pero quería a una sola. Sin conocerla la soñó noche tras noche,
hasta que las circunvalaciones de su mano lo llevaron a cruzarla momentáneamente un
fin de semana a la salida del teatro. En un instante la recordó como el flash
de una foto reposada en su memoria dormida. Y, aunque todavía no la había tocado, sabía
que sus labios tenían sabor a eucalipto.
Ella
era del aire, una mujer libre que venía del costado del muro donde no gobernaba
ningún rey. Él la había dibujado en su imaginación hasta aquella noche, cuando
por fin materializó en su retina la imagen de su reminiscencia ancestral.
Desde
que se encontraron, todo tipo de fuerzas extrañas trataron de separarlos. Eran codiciados
por igual, con buena o interesada intensión. Eso despertó a los demonios que
vivían en lo más alejado del muro. Con un aleteo fugaz, se disfrazaron de
hombre, mujer y placer; incendiaron el peaje y se subieron a la ruta para entorpecer
su camino. La tarea parecía sencilla, solo tenían que seguir una esfera de luz
que viajaba hacia adelante sin freno y rociarla con Tentaciones Camaleón.
Ella
y él eran mortales, tan mortales como la inmortalidad. Animales carnales susceptibles
de sucumbir a cualquier incentivo impulsado por el más vil de los goces. Su instinto de preservación de la especie, los llevó a caer en el rocío de los
demonios varias veces antes de llegar a la meta final. Es que los demonios además
de demoníacos, son persistentes y, aunque se les corte una cabeza, tienen ocho
más para seguir demonizando.
Cuanto
más intensa se volvió la carrera entre la esfera y las criaturas del otro lado
del muro, más brillante se hizo la luz entre el codiciado y la mujer libre.
Casi rendidos y obnubilados, los demonios se aliaron y aplicaron todo tipo de
manipulación para llenar de clavos la ruta y hacerlos caer en el golpe más
duro. Pero ignoraron que todos sus esfuerzos de división serían en vano. Cuanto
más lo intentaron, más fuerza le dieron a la esfera para seguir.
Él
la había soñado. Ella lo había descubierto. Juntos sintetizaron la bifurcada
que los había alejado en el tiempo y acercado en la historia que empezaban a
escribir. Con demonios caídos y ángeles despiertos que desde entonces los acompañan en cada
paso, como seres andróginos y protectores que clavaron su bandera donde encontraron luz.
Y
hoy así conviven, sin demonios, títulos ni proyectos. Son el uno en el otro, la
vida en la vida misma. Después de tanto buscar, se encontraron una vez más y
para siempre.
"Cuanto más intensa se volvió la carrera entre la esfera y las criaturas del otro lado del muro, más brillante se hizo la luz entre el codiciado y la mujer libre"
ResponderEliminarchuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu
HERMOSO!
ResponderEliminarÉl la había dibujado en su imaginación hasta aquella noche, cuando por fin materializó en su retina la imagen de su reminiscencia ancestral.
definitivamente es asi