Día del Periodista: Oficio y pasión

Reflexiones sobre los
nómades de la información
 

No recuerdo bien el día en que supe que quería ser periodista y por qué. Pero haciendo un racconto de los años que pasaron, puedo asegurar que lo mío siempre estuvo ligado a la información y la escritura, a transmitir un mensaje para intentar cambiar algo en el otro a partir de lo que tenía para contar.

Entonces hoy con un poco más de conocimiento de causa, puedo decir que sin saberlo lo mío siempre fue la comunicación y sus derivados, como el periodismo y la música. Ambos conceptos parecen distintos pero son muy similares, tanto que los dos dejaron de ser una vocación para convertirse en un modo de vida.   
          
Y hoy 7 de junio en este “Día del Periodista” (aunque no me gustan los “día de…”), no puedo evitar reflexionar sobre el tema. ¿Qué es ser periodista? ¿Qué hace a un periodista? ¿De qué depende ser periodista? ¿Cómo debe ser un periodista? ¿Cuándo se empieza a ser periodista? ¿El periodismo es un oficio o una profesión?


Primero que nada el periodista debe tener algo que decir porque no alcanza con ser un mero transmisor de información. No se debe conformar con una respuesta, sino que por el contrario, siempre debe buscar la vuelta de rosca para encontrar nuevas situaciones. 

Un periodista es un autodidacta de la vida y su fuente de aprendizaje es lo cotidiano. En el mundo de la comunicación no existen horarios ni reparos para evitar ser una persona molesta y preguntona, que se mete donde no la quieren y con intrepidez encuentra lo que busca (o no), pero con la certeza de que todos sus intentos valen la pena.

Para ser periodista no hay que egresar de ninguna universidad (y lo escribe alguien que egresó de algún lugar). Para serlo hay que ser un estudiante crónico de la vida y la verdad, un adicto al ejercicio de la indagación y observación. Pero ojo, porque ser periodista no significa saber todo sobre todo, grosso error el de quienes piensan así. Muy por el contrario, ser periodista es mantener viva la chispa de la curiosidad y convertirla en la mejor virtud. 
 
El periodista es un traductor de la realidad, un puente entre lo que sucede y quienes no están cerca para verlo. Es un nómade de la información que no espera que nada le llegue, sino que con traste inquieto siempre lo sale a buscar.

El periodista no es un mercadotécnico con la misión en la vida de trabajar para Página 12. Muy por el contrario, el periodista comprende que los detalles pequeños desde lugares chicos también hacen al ejercicio de la profesión. Porque el periodista no es una rata de internet, sino un amante del olor a papel.

El periodismo no es motivo de chapa académica, es quizás (y me atrevo a decir), una cuestión de aspiración intelectual, de hambre por saber y explorar nuevas fronteras de conocimiento. El periodista no se convierte en tal por egresar de una universidad. Un practicante sin oficio ni trabajo de calle, es como una etiqueta sin porte colgada en el cuello. Y es que, paradójicamente, hoy hay más facultades de periodismo pero no mejores periodistas. Pocos vestigios quedaron de grandes inspiradores como Rodolfo Walsh, Horacio Verbitsky (y sí, caí en el lugar común de nombrar a Rodolfo, pero es imposible no hacerlo) y por qué no recordar a los osados Carl Bernstein y Bob Woodward que investigaron el escándalo del Watergate. Hoy muchos jóvenes con ordenamiento gramatical perfecto se convierten en periodistas de escritorio y se convencen de que el teléfono y la web son las fuentes por excelencia. Entonces tristemente se olvidan de que las mejores son las de carne y hueso en el lugar del hecho. Por eso es importante recordar: Para ser periodista también hay que salir, no alcanza con preguntar.

Actualmente hay más acceso a la información pero contrariamente mayores índices de analfabetismo. Incomprensiblemente mutamos de ser una sociedad individualizada por la práctica de la lectura, a una subordinada al bombardeo de lo superfluo y audiovisual, no más incapaz para discernir, pero sí más vaga para pensar. 

En otro orden de cosas pero siguiendo el tema, hay quienes condenan al concepto de periodismo militante, pero de nuevo me paro en la vereda contraria. Un periodista primero que nada es una persona atravesada por toda su cultura, sus valores, creencias, historias, por su subjetividad entera; por la música que escucha, por las cosas que le decían sus padres, por los amigos que tuvo en la infancia, por las desilusiones de la adolescencia y las gratificaciones de la juventud. 

Pero un periodista es sobre todo una persona con creencias y convicciones, que comunica desde una postura tomada y que por hacerse eco de esas concepciones no se convierte en un anarco anti todo. Hay lugares y medios para expresar las ideas y no se milita sólo desde el micrófono o las palabras escritas, sino que también se hace desde lo cotidiano con cada pequeña acción. No es necesario estar en un medio para militar, se  lo puede hacer en una reunión con amigos, en una cena familiar y en cualquier contexto que sirva como alojo para la trasmutación de ideas desde y hacia el periodista. 

El ejercicio del periodismo como parte de todo animal comunicacional no es objetivo. El pensar en este distanciamiento entre el sujeto y los hechos es una falacia de la que en estos días no queremos hacernos eco. El periodista debe ser neutral, pero nunca objetivo. El día en que las ideas dejen de generar movimiento interno y conviertan a la persona en un robot informativo, será el momento en que deberá colgar la pluma, por su propio bien. Y como el periodismo es el cuarto poder que muchas veces parece construir una realidad alternativa, hay quienes dicen que el periodista no es más que otra invención del tema en cuestión. Pero tampoco estoy de acuerdo. El reducir una pasión a un simple invento, es por lo menos menospreciador. 

Y como ser y hacer periodismo es cosa del día a día, no deben hacerse estas reflexiones sólo el 7 de junio, fecha en la que aquel 1810 Mariano Moreno fundó “La Gazeta de Buenos Ayres”, el primer periódico de tapa independentista de Argentina. El escribir (como parte fundamental de este campo) es un ejercicio, a grandes rasgos, como tocar un instrumento: Cuando pasas mucho tiempo sin hacerlo se te endurecen los dedos. En periodismo si pasas mucho tiempo sin relatar ni buscar, no sólo se endurecen los dedos sino que también se achata la cabeza. De a poco y progresivamente, pero con efecto regresivo al fin. 

Como consejo para todos los aspirantes a desarrollarnos en el mundo de la comunicación, vamos a mantener nuestras cabezas despiertas y los ojos abiertos, porque en nuestra búsqueda de la verdad nunca sabemos cuando la noticia nos puede encontrar.

¡Hasta la próxima!
Juliana D. Biurrún

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