La alegría no es sólo brasileña. El Club de los Principiantes de gira por el sur

Nota redactada para el sitio
www.comahuerock.com.ar


Un día, una banda cordobesa decidió salir de gira por Neuquén y Río Negro. Un grupo de ferneteros de pura cepa se cargó las mochilas, guardó los instrumentos y se subió al bondi. Así emprendieron una gira hacia el sur argentino, con algunos pesos en los bolsillos, mucha energía y un montón de copias de su primer disco, “Al lado del camino” para vender. Ese sería el alimento de una cuenta bancaria devenida en una pava sin tapa y a la gorra. Y el humor y la vitalidad característico de los oriundos de su provincia su carta de presentación. 


El Club de los Principiantes es un septeto musical y multifunción, en el que sus integrantes intercambian roles e instrumentos como si fueran todos accesorios de un gran bien común. Sus canciones son como una cartera de mujer: Cuando la abrís te podés encontrar con cualquier cosa. Del reggae pasan a un jazz jamaica y te sorprenden con una cumbia de cantos colectivos, para pasar sin pudor a una secuencia de relatos, rap, y baile mancomunado.


Hace dos años que los integrantes no pisaban Neuquén. Tampoco tienen mucha más trayectoria ni paso por escenarios gigantes. Son, como ellos se denominan, un grupo de muchachos que se juntaron para hacer ruido y pasarla bien, haciendo honor al folclore cordobés que embandera al baile, la diversión y la buena onda por sobre todas las cosas. 

Caravana por Neuquén

Con el aguante de amigos, una buena difusión por CaraDeLibro despertó el interés de un número óptimo de personas, que después del primer recital del año de La Estafa Dub, partieron como un ejército de hormigas al bar de la calle Buenos Aires. Los comentarios siguientes fueron lo divertida que era la banda, la fiesta en la que se había convertido el bar, y la pregunta reiterada de cuándo volvían a tocar. 

La vuelta fue rápida, y el pasado sábado 5 se presentaron en Teatro del Viento. El lugar estaba prácticamente lleno y había gente por todos lados que circulaba sin parar. Gran mérito para un grupo de otra provincia con un solo recital previo en la ciudad y algún tiempo sin visitarla. Esa fue la prueba clara de que el boca a boca muchas veces suele ser uno de los mejores medios de  enganche y difusión.

“Esto es una fiesta, ¡vení!”. Y así fue. El panorama, un montón de chicos bailando en el escenario, cantando todos, rotando entre sus propios instrumentos, y sacando de la galera accesorios percutivos de los más variados. Nada estaba monopolizado por ninguno, la mayoría fue voz principal en algún momento, todos fueron coros siempre, y dejaron la misma energía calórica sobre las tablas. Los chistes participaron como un integrante más, y con esa chispa que caracteriza a los cordobeses, divirtieron con lo absurdo y bizarro a esa masa loca que los había ido a ver. 

            El mérito del enganche en la austeridad

A esa noche le siguió una presentación en el río Grande. La movida fue de lo más austera, unos equipitos se asomaban como sonido, la batería se había convertido en un cajón peruano con un hi hat y un plato, y la voz cuando pasaba la línea del volumen parecía romper los parlantes. Una tarde de 36 grados, mates, cervezas y ráfagas de aromas ilegales que aparecían cada tanto. Y de nuevo ese grupo de cordobeses sobre el asfalto, bailando al rayo del sol y entreteniendo a un público neuquino muchas veces reacio ante lo que no conoce. 


Una “hiponeada” con estilo, sobria pero bien hecha. La sencillez en la puesta no fue sinónimo de desprolijidad ni falta de profesionalismo, sino por el contrario, revalorizó el mérito en el carisma de la banda y su capacidad entretener al público con poco: Música variada y divertida, chistes tontos y bailes graciosamente ridiculizados; con el agregado de una prolijidad que no se perdió en el camino gasolero. 

Días después, más precisamente el miércoles pasado, terminaron su viaje donde lo habían empezado, en ese bar de la calle Buenos Aires. Ahí convirtieron a su despedida en una gran fiesta y una promesa de vuelta, “en invierno y con más ropa”, según ellos. Y con una sonrisa en la cara, a tripa, corazón y fernet, cumplieron al pie de la letra lo que ya entonaron los boricuas de Calle 13, “no se necesita plata pa’ moverse, necesitas onda y música cachonda”.

Hasta la próxima!

Juliana Biurrún
Fotos de Pollo Olivera
            

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