Los Cafres: Imagen de una armonía empaquetada

Días largos pasaron desde la noche del recital hasta que escribo estas líneas. Pero el recuerdo está intacto, los detalles también, y la memoria de las sensaciones  más fresca que casi nunca.

El lugar de encuentro fue Meet (ex Kimika), el boliche lindante al puente Neuquén - Río Negro (del lado de este último). El evento, un festival reggae con la participación de las bandas Sinsemina y Avergastón, con La Estafa Dub (LED) en el escenario principal como soporte de Los Cafres. 

Los Cafres en acción: Un relato de color

          Sin prejuicio fui al recital de una banda que nunca me llamó la atención, pero debo reconocer que durante los primeros minutos del show me la robó contra toda voluntad. Un par de músicos en escena, una base súper poderosa de drum & bass y centenas de flashes relampagueantes pintados de humo fueron la apertura. Así de imponente como se lo imaginan, con toda la parafernalia encima. Oculto en el fondo, Guillermo Bonetto convirtió su voz en un instrumento más al interpretar con una afinación perfecta la misma línea que llevaba el bajo. Esta técnica conocida como Scat, comenzó a desarrollarse a comienzos del siglo pasado con la irrupción del jazz en el universo musical. Para comprenderla mejor, recomiendo escuchar “Oh lady be good” de Ella Fitzgerald.

          Terminada esa secuencia el cantante apareció en escena. Estaba de punta en blanco, con remera dri fit, pantalón de gabardina claro y su clásica boina. Sus movimientos llenos de swing y cronométricos con la música, por momentos parecían responder a una coreografía reggae roots del “mesías” de Jah. ¿Contradictorio? Completamente. Los músicos estáticos, como clavados en su lugar. Pero la ejecución perfecta y el sonido impecable; como si en realidad estuviera sonando un disco mientras desde abajo veíamos a la banda actuar.

          El público no se peleaba por el lugar. Estábamos todos cómodos, había espacio de sobra. El público no era como el que suele frecuentar los recitales de reggae, pero estaba encendido. Me sorprendió ver el gusto con el que cantaban y bailaban, las sonrisas enormes que aparecían cuando comenzaban a sonar los temas que cada uno sentía como su canción.

          Los Cafres fueron pioneros del género en el país cuando en 1994 editaron su primer disco “Frecuencia Cafre”. Diez años más tarde, pasaron de ser dueños de esa exclusividad, a convertirse en una banda masiva y comercial (sin menospreciar a quienes lo son). Esa fue la sensación que me invadió durante el recital. Todo prolijo, coordinado, simétrico. Una especie de armonía empaquetada que hizo que todo parezca bello y agradable a la vista, con dejos escasa naturalidad y espontaneidad, de esas que se reclaman y esperan en el vivo de un show.

          La música por sobre todo

          Independientemente de aquellas apreciaciones personales, es necesario destacar la prolijidad de la banda, el carisma de Bonetto, su técnica impecable y la belleza de su voz. No por nada siguen vigentes después de casi veinte años (1994 – 2010) y continúan conquistando corazones a montones y sin género. Corazones enamorados de su reggae roots.
 
Hasta la próxima!
Juliana D. Biurrún

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