La Gracia y esas cosas que no son del cuerpo
“Perdonarlo a usted me acerca más a Dios”.
Comentarios sobre la obra de teatro La Gracia de Lautaro Vilo
¿Qué variable podría acercarnos al sentimiento sublime y trascendental que tuviera el poder de derribar toda incoherencia y elevar, sencillamente elevar el alma a un
estado de regocijo? La gracia, la dicha, la plenitud, estadios que en su absoluto no podrían describirse con palabras porque responden a esferas que no son del cuerpo.
La obra La Gracia fue escrita por
el neuquino Lautaro Vilo – que según cuentan cosecha fuertes elogios en Buenos
Aires por sus cualidades como dramaturgo - y protagonizada en la región de
manera unitaria por la fantástica actriz Marcela Cánepa.
La historia de este drama cuenta la vida de una mujer que intentó suicidarse y fue salvada -y a la vez violada- por un
hombre a quien decide perdonar. Con ese objetivo, lo visita en la clínica donde
yace con el 70 por ciento de su cuerpo quemado tras recibir el impacto de un
motín carcelario al cumplir condena por su delito sexual.
En el escenario una silla como
única herramienta de montaje acompaña a Cánepa, quien
durante casi una hora de admirable monólogo entre personajes invisibles, lleva al público
por una encrucijada de sentires en los que el impacto emocional se vuelve inevitable.
La relativización del conflicto
que rige la trama coloca al público en una pared contra sus prejuicios y lo
lleva, quizás, a la reformulación de los nortes que orientan sus valores.
Sucede que el corazón del teatro late en la transformación del espectador y en
lograr que salga de la sala en un estado emocional diferente al que entró. Y esto -sin dudas- ocurre con La Gracia.
Al finalizar la función en
Espacio Pueblarte (Cipolletti-Río Negro) a la que asistió quien escribe, se apagaron las
luces y un silencio casi absoluto se extendió durante veinte segundos, sin
exagerar. Ese silencio fue sinónimo de impacto -las mentes allí dentro recalculaban sobre lo que acababan de vivir- hasta que llegó el aplauso extendido, lleno de asombro. Los ojos de la actriz sola en el escenario brillaron
fuertes y las miradas del público también.
La Gracia es una de esas obras
hermosas que de vez en cuando aparecen. Actualmente no está en cartelera por la
región porque está preparando las valijas para presentarse en el ciclo de Teatro Latinoamericano el jueves 29 de octubre en Casa del Migrante de la ciudad de Ámsterdam. Sí, en Holanda. Pero más pronto que tarde volverá a la región. Cuando eso suceda y la crucen por ahí, no dejen de pasar a visitarla.
Metatexto desde la platea
En ésta obra Lautaro Vilo da
claramente prioridad a la vida y a la libertad devenida del perdón. Manifiesta
una fuerte crítica al procedimiento carcelario y legislativo; al sistema de
valores y la propiedad privada del cuerpo; a los límites de los delitos de
orden social y sus penas. “Si mi cuerpo es mío y yo decido sobre él, ¿por qué
usted tendría que intervenir sobre lo que ocurre entre mis piernas?”.
Las transformaciones son semillas
de potencialidad que reposan en los corazones. Todos están preparados
para ellas y solo basta de un hecho iluminador que las respalde. “¿Qué harías
vos frente a la decisión más importante de tu vida?”
Sucede que cuando uno se
desconecta de sí mismo se llena de formas, ruido y polvo que lo atan al
movimiento de la mente. Esas fluctuaciones llenan al sujeto de vacíos por la
energía disipada hacia cosas que realmente no importan. ¿Acaso la vida no es
ficción y en realidad nada de esto existe? Lo importante no se ve con los ojos
de la cara.
Cuando la mente calla emerge la
emancipación de los mandatos, de las esperas y los apegos; fluye la pureza y el
perdón; surge el verdadero Ser que se escapa de la cárcel que encierra al alma
en las temperaturas de la carne. Este perdón es la libertad para con el otro y
consigo mismo; y la gracia es redescubrir la dicha que se sintetiza entre
los dos.
Bienaventurados quienes crucen
las cordilleras de su limitación y se enfunden en el espíritu del despojo.
Ellos transformarán la vida por despertar y alumbrarán el camino con los ojos
del alma.
Juliana Dolores Biurrun
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