Sobre conversaciones con taxistas
Casi en exceso… bueno, ni siquiera “casi”, sino en completo exceso, uso el servicio de taxis y remises. Mi sueldo tiene un presupuesto medio fijo destinado absurdamente a esta vaga comodidad, por lo menos hasta que aprenda a salir con más tiempo o tenga un móvil propio que no sean rollers ni bicicleta. A la mañana, a la tarde, a la noche; cuando ya no quiero caminar o cuando para variar me quedé dormida para ir a trabajar. Siempre hay una buena excusa para subirse a un taxi. Tantos viajes además de gastos, me dejaron historias muchas sin discriminación temática. Generalmente son trabajadores y trabajadoras buena onda con quienes se disfruta el rato del trayecto, siempre y cuando no tengan la sintonía del estéreo clavada en un “periodista” neuquino que tiene un programa de radio que empieza con Contra y termina con Fuego. Que en la tele habla de la homosexualidad como un proceso “involutivo” de la sociedad y asegura que si un hijo suyo resultara ser gay, se “cortaría las pelotas”...